miércoles, 30 de marzo de 2011

OFRENDA A LA VIRGEN DE LA ESTRELLA

EL MINICUENTO DEL NIÑO QUE NO PUDO SER LASALIANO…


Tengo un amigo del que no suelo hablar. Principalmente no lo hago porque creo que no le gusta que hablen de él. Aunque lo tengo por una persona abierta, suele ser bastante reservado con sus problemas y tiene en un rincón de su casa un pequeño cofre, donde guarda todos sus secretos. Aquellas cosas que a nadie cuenta… Tan poco acostumbrado está a contar sus secretos, que cuando alguna vez se ha atrevido a compartir alguno,…al final ha acabado metiendo la pata. Las cosas….

Le gusta llevar a gala aquel fandango del inolvidable Paco Toronjo, que decía

“cuéntale al mundo tus dichas, y no le cuentes tus penas…

Que más vale que te odien,…que no que te compadezcan”

Ese amigo, nació hace ya un buen número de años, en su misma casa de vecinos como hacían los niños de entonces. Cuando muchas madres solo confiaban en una matrona, y cuando nacer en la Cruz Roja era un lujo al alcance de unos pocos. Y nació una noche de tormentas de Septiembre, cuando los nardos de la patrona descansaban en los jarrones de algunas casas, y cuando la vendimia era ya un recuerdo en los cansado riñones de muchos jerezanos. Dicen los que recuerdan el momento, que fue como un pequeño regalo para una familia que ya no contaba casi con ser más de los que ya eran. Un desliz. Un retoño. Una noticia inesperada…

Pero ocurrió, que aquel niño trajo un pequeño “defecto de fábrica…” Sus tobillos, sus pies eran un auténtico desastre. Nacieron con una extraña deformación, pies extremadamente planos y algún hueso incluso fuera de su sitio. Y comenzó junto a sus padres, en aquellos sus primeros días, su pequeño peregrinar de médicos en busca de una solución a aquella dolencia. Se acostumbró a subir a aquel frio cristal con un espejo inclinado al fondo. Se acostumbro a llevar plantillas y se acostumbró también a llevar unas horribles botas ortopédicas en busca de un futuro mejor para aquellos maltrechos pies…sin encontrarlo

Sus padres, debido a aquella situación, y con el espíritu protector que cualquier padre posee, le buscaron un colegio especial. Un colegio sin patio. Sin niños que corretearan por su alrededor por miedo a que lo pudieran caer, a que se sintiera mal por no poder correr al ritmo de otros,… por miedo a mil cosas. Y lo encontraron… Un colegio bien cerquita de la Iglesia de San Marcos, en una calle con nombre de pueblo de Huelva y de hermandad rociera: Gibraleón. San Ignacio fue el colegio de aquel niño. Mejor dicho, una gran casa, incluso a veces un hogar, convertido en colegio desde hacía años y dirigido por la inolvidable Pepita Castrelo. Conocido era en Jerez durante los años setenta y ochenta por unas fastuosas primeras comuniones, que se celebraban con la colaboración inestimable de Don Carlos, el párroco. Y a su forma, aquel niño fue feliz en aquel colegio aunque algunas veces, de vuelta a casa, al pasar por la Porvera miraba con sana envidia por el claroscuro de aquella puerta coronada por una Giralda, como otros niños de su edad lucían churretes y sus flequillos aparecían como repeinados por el sudor de aquellos juegos de entonces. Sana envidia. Pero al fin y al cabo…envidia… Haber estado en ese colegio que tanto le gustaba, hubiera cambiado su vida. Hubiera conocido aún antes a algunos de los que ahora son sus amigos,…a Jaime, a Jesús,… Hubiera quizás sido como algunos de esos amigos que tiene y que muestran con orgullo su pasado lasaliano como la bandera que les ha marcado su educación. Le hubieran enseñado otra forma de ser y de vivir. Tuvo siempre la sensación de que en esa escuela, muchas buenas lecciones se quedaron en el tintero…. Quizás, quien sabe,… hubiera aprendido incluso a ser mejor persona…

Pero el tiempo fue pasando, y aquel niño de tobillos maltrechos fue normalizando su vida. Hizo algo de deporte, algo impensable durante sus primeros años, aunque nunca en igualdad de condiciones. Y enamorado desde siempre del mundo de las hermandades, aquel niño tuvo incluso la oportunidad de sentirse costalero en la hermandad de su vida.

Pero una cosa le ocurrió una noche de cofradías… Una de esas noches de semana santa en las que por unas cosas o por otras, el cofrade tiene la suerte de quedarse solo, y vagar por las calles de nuestra ciudad en busca de lo que quiera sin tener que esperar a nadie, sin que nadie le comente, sin que nadie le interrumpa... Uno de esos momentos que de vez en cuando tiene la suerte uno en semana santa de dedicarse a uno mismo… Y los pasos de aquel niño, hecho ya casi hombre, se dirigieron hacia una plaza llena de naranjos, y en las puertas de un antiguo edificio, con la noche ganando la batalla a la tarde. Y allí en aquella plazuela, plantado sobre los viejos adoquines, un paso de palio azul y oro, esperaba la orden del capataz para volver a levantarse. Y vio aquel niño la cara de una Virgen que tenía la extraña habilidad de conjugar en un mismo verbo, la pena que ahogaba su vida y la alegría de saber que había mucha gente que la quería… Y en aquel descanso, aquellos faldones azules que acogen a veces tantos secretos, estaban levantados a medias. Y casi descansando sobre sus espaldas, los cinco costaleros de la primera trabajadera apuraban la parada conversando con el capataz, que les animaba para el poco tramo que ya les quedaba. Vio en sus caras mi amigo, el mismo semblante que le enseñó la Virgen. Unían en un mismo gesto el cansancio y la alegría. Cansados, pero contentos….como decía la sevillana. Y descubrió de nuevo en ese momento la mirada de una Virgen que sabe ser madre como pocas… Porque guarda en sus ojos el secreto de mantener al margen la tristeza, la pena que la maltrata, para entregarnos solo la esperanza, la alegría,…la dulzura de una madre. Como queriendo que los niños que entran y salen, los que gritan jugando en las soleadas mañanas de invierno y a los que ella vigila desde el silencio de la capilla, los que corretean sin rumbo por los patios de su colegio, no sientan pena por ella, no vean en sus ojos sus lágrimas sino la mirada confortadora de una amiga, de una compañera de viaje, de alguien que siempre tiene algo que decirte…

Y supo aquel buen amigo en aquel momento, que quería ser uno de ellos. Uno de aquellos costaleros que esperaban sobre el frió pavés el nuevo golpe del llamador. Supo que quería tener esa sensación que adivinaba en la cara de aquellos hombres de abajo, por los que se hubiera cambiado en aquel mismo momento….







Y fue así que en aquella noche

En un Domingo de Estrellas

Cobijado entre naranjos

En una oscura plazuela

Que La cara de esa Virgen

Ora triste ora risueña

Quedó anclada para siempre

En el mar de sus vivencias

Y prometió aquella noche

Subido en aquella acera

Embelesado en los ojos

De aquella bella princesa

Ser parte de aquel milagro

De sonrisas costaleras

Y fue que al año siguiente

Cuando llegó la cuaresma

Cuando las noches de invierno

Van buscando primaveras…

Cuando rellenan tejados

Grandes nidos de cigüeñas

Que aquel niño hecho ya hombre

Ante tus plantas viniera.

Con la ilusión de un novato

Y la humildad del que empieza

Vino a buscarse algún hueco

Donde cumplir su promesa

Y aquel viejo capataz

De nombre envuelto en leyenda

Puso mi nombre en la lista

De esa cuadrilla señera

Una cuadrilla que quiso

Tratarme como si fuera

Uno más de entre los suyos

Sin examen ni protesta…

Y encontré a Lolo Serrano

Al que yo, ya conociera

Desde aquellos campamentos

Por El Bosque y Grazalema

Y conocí a Coronilla

Y al lado a Manolo Vega

Y venia Jesus Gonzalez

Con el que a veces saliera

Casi arrastrando los tiestos

Bajando por la Porvera

Y viene Manu Mateos

Y Tomás en la primera

Y en la segunda va “El Mondi”

Con Rafita “El Candileja”

Y venían los Segura

A los que aprecio de veras

Y ahora viene Alejandro

De la Junta savia nueva

Y viene Vicky en la cuarta

Tinajero y el Contreras

Juan “Pantani” y el Mateos

Animando en la derecha

Y viene Alfonsito Tellez

Y con él David Beteta

Edu, Cordero y “EL Chicha”

Como siempre en la trasera…

Y casi siempre conmigo

Bien delante o a mi vera

Curtido en diez mil batallas

Viene un tal Lolo Becerra

Con perdón de los perdones…

Un “pollúo” de primera

Gente sencilla y de raza

Lasaliana y costalera

Que hicieron pronto que el sueño

De aquella oscura plazuela

El sueño de ver tus ojos

Reflejados en las señas

Que hacían algunos padres

A sus hijos en la acera

Aquel sueño Virgen mía…

Hicieron que se cumpliera…

Y fue que se obró el milagro

Aquel milagro que hiciera

Que aquel niño sin colegio

De plantilla y botas negras

Hoy sea los pies de la Virgen

De la mirada risueña

¡Y que este humilde milagro

Lo pregonen donde quieran!

Por si alguna vez mi pueblo

Como alguna gente sueña

Quiera poner en tus sienes

Una corona de Reina…

Solo te pido una cosa…

Que pasen pronto las fechas

Que termine este calvario
De los veinte días que restan

Quiero que pase ya el tiempo

Quiero que acaben las cuentas

De ese rosario de ensayos

En tu vieja parihuela

Ya sueño con despertarme

Buscando el sol en mi puerta

Con la sonrisa marcada

Como el chiquillo que estrena

Con mi molía y mi faja

Y ropa blanca pureza

Volver a entrar en el patio

Y asomarme a aquella reja

Presintiendo tu mirada

Que tantas cosas me cuenta…

Que pasen pronto los días

Quiero tachar las calendas

Quiero oír al capataz

Gritando “Al cielo con Ella”

Y rezar el “Salve Madre”

Cuando lleguemos de vuelta…

No pude ser lasaliano

Y así redimo mi pena

Volviendo año tras año

A tu fiel trabajadera

Haz que pase pronto el tiempo

Te lo ruego…Virgen Buena…





Que quiero gritarle al mundo

En un domingo de Estrellas

Que oliendo a palmas y a incienso
Mi Virgen ya está saliendo

Por las puertas de Mi Escuela….

domingo, 19 de abril de 2009